Inicio / Ficción / El número dos

El número dos

“El límite es una línea que se traza para marcar una situación: ‘este lado’, ‘el otro lado’. Es la expresión de una forma de ejercer poder y concebir un territorio político en términos de grupos de poder: ‘mi propio territorio’ vs ‘el territorio de otros’".*

Por Agustina Bordigoni

Un día despertó con la firme intención de asesinarlo. Tomó la bicicleta y empezó a andar. El camino era empinado. Era tanto el esfuerzo por treparlo que no le dio tiempo a pensar que en realidad no sabía en qué lugar vivía ese otro, cómo lo podría encontrar, siquiera si ese otro existía.

Ese otro tenía todo lo que él quería. No era como el otro de Borges, era otro que no era él antes o después. Era un verdadero otro. Un otro contemporáneo.

¿Por qué le había tocado justamente a él ser el número dos? Ese otro lo tenía todo. Qué injusto era el mundo. De chico su abuela le contaba esa historia de que todos tenemos una especie de gemelo dando vueltas por ahí. A ese gemelo, siempre pensó, le tocó la suerte que él no tuvo.

Seguramente nunca emigró, nunca tuvo problemas para pagar las cuentas, nunca tuvo que abandonar a su abuela. Nunca, jamás se vio obligado a empezar de cero. Pero él sí. A él le habían caído encima todas las desgracias. Qué desgraciado era el mundo.

Tampoco lo imaginaba peleando por encontrar un trabajo, por el bienestar de sus hijos. Lo tenía todo resuelto. A él nunca le faltaron las ganas de seguir. A él nunca le ganó la tristeza. Qué triste era el mundo.

Muchas veces conjeturó sobre qué sería de ambos si hubieran crecido juntos. Bajo las mismas condiciones, con la misma abuela y en la misma ciudad. Tal vez serían dos número dos. Tal vez dos número uno.

Un encuentro y una conversación con él sería incómoda –o, por lo menos, extraña–. No podía mirar a ese otro con ojos de otro. Podía verlo con ojos propios, esa era la única forma en la que le habían enseñado a mirar. Siempre supo también que esa era una mirada parcial y –contrario a lo que suele pensarse– muy distinta a la empatía. No se puede mirar al otro con ojos de uno para entenderlo: ese otro es otro. Y lo es en base a sus circunstancias.  

La rueda de la bicicleta se pinchó. No tuvo más alternativa que frenar. Entonces pensó: ¿Y si él era, al final de cuentas, el número uno? ¿Y si en este momento ese otro estaba, en algún rincón del mundo, subiéndose a una bicicleta con la firme intención de asesinarlo?

Era hora de buscar un escondite. Ese otro, con todas sus virtudes, infunde más miedo de lo que cree.

*Expulsados, desterrados, desplazados. Migraciones forzadas en América Latina y África (Martín Lienhard).

Aldeaglobal 19 octubre, 2025

Querida mamá

La migración también separó a madres e hijos. La Fundación para la Integración Cultural de…