Por Agustina Bordigoni
En la mitología griega, el río Styx (Estigia) separaba el mundo de los vivos del de los muertos. Para cruzarlo, las almas debían pagar a Caronte, el barquero del inframundo. El costo era una moneda: si no lo afrontaban, quedaban a la deriva durante cien años.
La película dirigida por Wolfgang Fischer (2018) tiene muchas analogías con la historia mitológica.

El film comienza con el viaje de Rike (Susanne Wolff), una médica alemana que intenta llegar desde Gibraltar hasta la isla Ascensión en su pequeño bote. La mujer, preparada con todas las provisiones y precauciones posibles, se encuentra con lo inesperado: un barco pesquero con cientos de personas refugiadas está hundiéndose. Sola frente a esa realidad, y ante el abandono de una guardia costera que no acude a su pedido de ayuda y le advierte que “no intervenga”, la película transcurre casi enteramente en la inmensidad de un mar que, como Caronte en el río Estigia, parece haber dejado a cientos de almas a la deriva.

Para emprender el camino migratorio –ya sea por tierra o para atravesar el océano–, muchas personas deben pagar a otras que las trasladan en condiciones muy precarias. Según el proyecto Migrantes Desaparecidos de la OIM, al menos 28 mil murieron ahogadas en el Mediterráneo entre 2014 y 2024, aunque, por la dificultad de llevar a cabo esta tarea de conteo, estiman que la cantidad de historias sería mucho mayor.
Fischer señaló que los refugiados que intentan cruzar el mar tienen un destino “suspendido en la incertidumbre, similar al tránsito de las almas en el mito».
Gran parte de la película se grabó en el océano Atlántico, y los actores del barco pesquero eran, en su mayoría, personas migrantes o refugiadas que intentaron en algún momento llegar a Europa. Desde 2016 la región tiene un acuerdo con Turquía, que se encarga de evitar que las personas que huyen de sus países de origen lleguen a territorio de la Unión Europea. Cada vez que puede, su presidente, Recep Tayyip Erdogan, utiliza el tema migratorio como el “talón de Aquiles” europeo, ejerciendo presión para conseguir apoyo de la región en conflictos que tiene con otros países bajo amenaza de abrir las fronteras.
Según cuenta la historia mitológica, el río Estigia tenía propiedades mágicas y podía hacer invulnerable a una persona. Fue el mismo Aquiles a quien su madre sumergió allí para volverlo invencible. Su talón, sin embargo, nunca alcanzó a mojarse.
En la película, Rike representa de algún modo a esa guerrera que supera tormentas y enfrenta la inmensidad del mar a solas. Su talón, cientos de vidas en peligro que no cuentan más que con su voluntad y su capacidad para resolver el problema.
Allí aparece una de las dicotomías más grandes del ser humano: salvarse o salvar, no involucrarse o afrontar las consecuencias de hacerlo.