Por Agustina Bordigoni
El fotoperiodista español Gabriel Tizón retrata la migración desde mucho antes de que el tema fuera común en los medios de comunicación. En 2002 comenzó un trabajo más sistemático en el registro de todos los pasos que el recorrido migratorio implica: la violación de los derechos en el país de origen, el difícil trayecto y la vulneración de garantías en los países de destino.
Cuenta que durante todos estos años de trabajo lo más notorio es la progresiva falta de empatía con las personas que tienen que dejar sus países de origen.
Lleva años recorriendo naciones, realidades, muros y fronteras. En diálogo con Aldea Global repasa algo de ese viaje interno que también lo convirtió en migrante.

-En su trabajo la migración y el refugio ocupan una parte importantísima. ¿Recuerda la primera vez que fotografió algo o a alguien relacionado con esto y cuándo descubrió que la migración era un tema en sí mismo con el que trabajaría después?
-Supongo que desde que yo era pequeño, desde la infancia, porque yo soy de Galicia, y Galicia es un pueblo en el que se migra mucho.
En un país históricamente migratorio yo tenía vecinos que habían migrado y habían vuelto, entonces ya desde pequeño me llamaron la atención las cosas que contaban, me despertaron un algo dentro, una curiosidad. No era consciente en ese momento, pero imagino que a partir de ahí.
El primer trabajo sobre migración lo hice en Argelia, en un campo de refugiados. Ahí descubrí en origen lo que era un campo de refugiados, cómo las personas y las familias están obligadas a vivir en donde no quieren. Eso fue en 2002.

Anteriormente sí había conocido y retratado en Galicia, pero no en origen como en Argelia.
Antes de los campos de refugiados ya había estado en el continente africano: en Senegal, en Gambia, que me parece muy importante, porque siempre se habla de la migración con este sentido de movimiento, pero me parece muy importante el origen, el por qué.





–A lo largo de estas dos décadas retratando sobre migración y refugio, ¿qué podría decir que cambió de esa realidad?
-En términos generales yo lo que diría es que cambió la empatía con el otro. Fundamentalmente con la llegada de las redes sociales, internet y todo eso. Hay una sobreinformación que desinforma, de la cual incluso yo a veces me siento culpable. O no sé si desinforma, pero no tenemos capacidad para transmitir esta información y eso nos distancia un poco de la otra persona. Sobre todo creo que se ha trabajado desde arriba de una manera muy bien hecha, porque el mal lo hacen muy bien. En los portales se encuentran noticias para empatizar con el rico, empatizar con el famoso, y no con el pobre.
Y no me gusta la palabra pobre, tampoco la palabra rico. No me gusta la palabra pobre porque no creo que sean pobres. Si en países africanos hay pobres, la miseria está en Europa, eso lo tengo muy claro. Aquí hay muchísima miseria. Miseria humana. Miserables que no son muchos, pero que tienen mucho poder y engañan muy bien, porque tienen los medios a su favor y tienen todo lo que hay que tener para manipular.

Uno llora por una persona que ve en la televisión, pero no llora por un vecino, y eso se ha potenciado de una forma increíble y además a modo de negocio, donde el dinero está por encima de cualquier persona y donde los papeles son más importantes que las personas también. Hay cierto interés en darle bienestar a unos pocos a cambio del malestar de la inmensa mayoría.
Yo creo que eso es lo que más ha cambiado. Parece que ahora lo que veo no existe, porque lo veo y no lo siento.
Las cosas son más importantes que los sentimientos. Las redes sociales, que parece que nos tienen muy unidos, en mi opinión nos han individualizado cada día más, hasta el punto en que nos estamos engañando a nosotros mismos, y esto me parece muy peligroso.

-¿Qué fue lo más difícil y lo más bonito que le tocó fotografiar en estos años?
-Al desplazarte de un lugar a otro, si bien cambia el contexto, cambia todo, el viaje es por dentro. Entonces no puedo destacar una imagen gráfica de qué es lo más duro. Podría ser una imagen x, pero a lo mejor me afectó menos que estar dándole un abrazo o escuchando a una persona, su historia. El hecho de que una persona comparta su historia contigo en un momento o situación dura es muy superior a cualquier imagen. Ojalá pudiera fotografiar eso.
Y la parte bonita, la parte agradable, es exactamente igual.
Creo que el dolor y el amor están unidos. Si no sabes lo que es una cosa no sabes valorar la otra. No todo es fotografiable y me parece bien que no todo sea fotografiable.


1-Frontera de Idomeni (Grecia-Serbia) / 2-Frontera del Paso de Calais (Francia), lugar en donde miles de personas sueñan con llegar a Inglaterra para reunirse con sus familias.
-¿Pudo hacer el seguimiento de algunas de esas historias que le contaron?
Sí, de bastantes. De hecho, me hice amigo de muchas personas que he conocido en ciertos países o por el camino. Son personas a las que yo admiro mucho y yo creo que me lo notan y eso les anima también, porque estas personas, al fin y al cabo, lo que necesitan es ánimo. Todos necesitamos ánimo en un mal momento. Y cuando es un momento tan dramático y tan desesperante, más todavía. Son personas que están en una situación y tienen un comportamiento que yo en la misma situación no sé si sería capaz. Y eso es con lo que me quedo, es un aprendizaje y yo creo que eso se nota.


-Usted expone sus retratos en lugares públicos y con gran contenido simbólico. ¿Cómo y por qué los elige?
-Hace unos meses estoy viviendo en Santiago de Compostela, donde está el famoso camino de Santiago, y no paran de llamar a las personas a caminar, ¿no? Pero, claro, son personas con un pasaporte válido, con dinero en el bolsillo y que consumen. En su mayoría es a esas personas a las que están llamando, y que también son migrantes. La palabra migrante parece que siempre va hacia el lado de la persona que huye. Y no, migrantes hay por muchos motivos.
Me enfada un poco ver que las personas que necesitan un refugio, que necesitan dónde vivir más tranquilos, que escapan porque tienen hambre, por una bomba o de donde no se puede vivir por culpa del clima, no pueden. Todo son prohibiciones, todo son trampas, mentiras y engaños. Sin embargo, a las personas que tienen la suerte, como yo, de haber nacido en un sitio tranquilo, sí las llaman para que se muevan y consuman.
Me pareció bueno hacer una exposición en ese camino para que las personas que lo hacen se encuentren con esas fotografías por un momento. Sí hubo reacciones, la gente se acercaba a preguntar. Me sorprendió porque pensé que iba a haber gente a la que le molestara en su camino idílico, ¿no? Y tengo que decir que no, tengo que decir que me sorprendió para bien.
Es un ejercicio que yo hago, me encanta exponer el trabajo en sitios en los que un poco el lugar sea el marco de esa imagen, como puede ser bajo el mar, ese mar en el que tantas personas se ahogan.
Fue increíble, un montón de gente iba con la intención de verla y se metían en el agua, y teníamos preparada una pequeñita embarcación para que pudieran verla desde arriba.
Hubo cierto interés y yo creo que la calle, cualquier tipo de estos ambientes, es donde están las personas. Estamos siempre pensando en que si los museos, que si galerías, que si espacios cerrados. Y no todo el mundo tiene esa costumbre, no todo el mundo tiene acceso, esa posibilidad.

-¿Hay alguna foto que decidió no compartir con nadie? Y en ese caso, ¿por qué?
Sí, hay imágenes que no he enseñado y no lo hice porque en el momento de realizarla consideré que había que realizarla y después consideré que no, ya sea por la relación con esa persona o por mi propio estado de ánimo… Muchas veces en ese momento estás en estado de estrés y no siempre tienes el control de lo que estás haciendo… Y después en perspectiva considero que no, porque creo que a lo mejor esas imágenes son muy fuertes. A veces estoy en lugares donde hay imágenes cotidianas fuertes, porque hay hambre… Hay que hacer como un ejercicio diario. Entonces pienso si eso puede sumar o no. Es un aprender continuo.

*Foto de portada: Joven refugiado afgano cruza un campo de girasoles por Serbia, en la llamada ruta de los Balcanes.