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Rayma Suprani: «Me gustaría dibujar la reconstrucción de la república»

Con su muestra "Yo inmigrante", la caricaturista mantiene el vínculo con Venezuela, al que define como “un país sin territorio”. Tuvo que emigrar por una publicación crítica con el sistema de salud. Reflexiones sobre las elecciones y los totalitarismos de izquierda y de derecha que se instalaron en la región. Foto: Víctor Jaramillo

A través de la caricatura, Rayma Suprani reconstruye lo que ella define como “un país sin territorio”. Tuvo que salir de Venezuela después de una publicación que era una crítica al sistema de salud, que causó su despido del diario El Universal y por la que recibió múltiples amenazas. Estando fuera su trabajo siguió en la misma línea que ella entiende el humor: como “un traductor de la tragedia”. Ahora, narrada a 2200 kilómetros de distancia, que son los que separan en línea recta Caracas de Miami.

Su muestra “Yo inmigrante”, que recopila dibujos en los que relata su propia historia –y la de otros casi 8 millones de venezolanos que en los últimos años debieron emigrar– le permitió crear un vínculo con quienes pasaron por lo mismo, pero también con los que se quedaron en su país natal.

En diálogo con Aldea Global hizo un repaso sobre la evolución de su caricatura y la transición de un humor netamente político a uno más “humano”, enfocado en la migración. Claro que sin abandonar el seguimiento de la actualidad en Venezuela, en un año electoral en el que, considera, nada ha cambiado.

La muestra «Yo inmigrante» se presentó en Houston, Miami, Madrid, Barcelona y Ciudad de México.

-Quien visita su página web se encuentra con varias secciones, entre ellas de política, de género, e incluso una colección destinada al homenaje de figuras representativas de Venezuela. Pero hay una en particular que se llama “Yo inmigrante”. ¿Qué lugar ocupa hoy ese “Yo inmigrante” en su vida personal y profesional?

–Abrir ese portal de dibujos fue para mí una especie de terapia personal que empecé a crear para entender mi propia situación de inmigrante, y sobre todo porque fue algo que nunca me planteé: tener que irme de mi país. Pero bueno, por circunstancias muy adversas y de persecución política, me tocó.

A pesar de que yo venía también de abuelos inmigrantes de origen italiano, por la Segunda Guerra Mundial, entender lo que implica la migración a nivel personal es una vivencia muy diferente a la que te pueden contar.

Según la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V) más de 7,7 millones de venezolanos abandonaron el país. 6,5 millones se encuentran en América Latina y el Caribe.

Son muchas emociones encontradas y yo soy muy gráfica. Entonces empecé un trabajo de «humor» –por decirlo así–, un poco para entender mi propia tragedia. En realidad, el humor es un traductor de la tragedia, y lo hace muy bien.

«Yo inmigrante» lo planteé desde el punto de vista de primera persona, porque era mi propia experiencia.  Después se fue enriqueciendo por la experiencia de muchas otras personas. Es una puerta que se abre desde el momento en que uno agarra su maleta o las cosas que pueda tomar y se va, es un gran paso, es un paso que implica mucho crecimiento, mucho desgarro y sobre todo poder vivir el hoy, trabajar en una forma constante, porque es como empezar de cero.

Para mí lo que ocupa en este momento es el todo, es el traducirme a mí misma en todo un proceso que una vez que abre nunca cierra. Yo creo que ser inmigrante es algo de lo que nadie se gradúa, nadie puede cerrar ese ciclo, sino que es un ciclo eterno que ya te marca, te toca, te mueve como ser humano y te exige mucho crecimiento para entender al colectivo, a las otras personas, a tu propia idea de país, tu propia visión personal. Te obliga a salir de la zona confort y a lidiar con diferentes alternativas para progresar.

La identificación en el dibujo es fundamental. Que la gente se pueda reconocer en lo que le está pasando y que quizás yo pueda, a modo de humor, a modo de dibujo, ser esa voz que no se atreve a nombrarse.

-Su caricatura se transformó también en piezas de arte que se venden y que recaudan fondos para organizaciones que ayudan a quienes se quedaron en Venezuela. ¿De qué otras maneras se mantiene el vínculo con el país de origen a través de su trabajo?

–Ha sido sorprendente porque “Yo inmigrante” es una exposición que se ha llevado a varios países. He podido presentarla en Miami, Houston, en Madrid, en Barcelona y en Ciudad de México, y los dibujos han sido adaptados para las ciudades en que se han presentado. La diáspora venezolana ha concurrido masivamente, pero también la diáspora de otros países interesados.

Después del muro impulsado por Trump, la noticia más reciente es una ley dictada por el gobierno de Texas, que convierte en delito la entrada irregular de migrantes al Estado. Podrían enfrentar penas de entre 6 meses y 20 años de cárcel.

Eso ha sido una suerte de encuentro, de identificación colectiva: hemos llorado, hemos reído, hemos escuchado historias, nos hemos conectado con recuerdos. Es una manera de mantener el país unido dentro de esa fragmentación que implica estar regados por el mundo y también para muchos de los que están en el país, que están en condiciones que realmente son difíciles. Para mí ha sido una forma de conexión, de hacer memoria por medio del dibujo, porque hay muchos códigos emocionales, muchas formas de traer recuerdos entrañables también.

Quienes se quedaron en Venezuela pueden experimentar un estado de «insilio», que implica un sentimiento de extranjería en el país de origen.

El dibujo nos acompaña en un sentido educativo, terapéutico, y el humor ayuda también a transformar esa tragedia en algo positivo, porque dentro de todo lo trágico que tiene una situación de que un país tenga que salir de su propio territorio masivamente, también poder ver que más allá de lo que no podemos cambiar hay oportunidades de vida en todo, y eso hay que verlo dentro del dolor y de las capas de duelo que implica ser inmigrante.

-¿Recuerda cuál fue el primer y el último dibujo que hizo en Venezuela? ¿Cómo cambió su trabajo en el exilio?

-Mi vínculo con el dibujo dentro de Venezuela siempre fue muy político. Trabajé casi 20 años en un diario haciendo la editorial política todos los días hasta que me despidieron y me tuve que ir porque ya estaba muy perseguida y no tenía trabajo. La caricatura que detonó mi salida fue una en la que marcaba la firma del difunto presidente Hugo Chávez como un electrocardiograma y era una similitud con la salud en Venezuela. Los hospitales habían sido desmantelados, la gente no estaba teniendo atención médica y la salud en Venezuela estaba –y sigue estando– en condiciones muy precarias, donde la gente se puede morir de cualquier cosa.

El último dibujo, una crítica al sistema de salud en Venezuela, motivó la salida obligada de Rayma Suprani del diario El Universal. Posteriormente, también, su salida de Venezuela.

Esa fue la caricatura que detonó mi salida del diario y de Venezuela, y ya estando fuera sigo haciendo mi trabajo político en las redes sociales, pero también me he dedicado mucho a ver el lado humano de la migración, porque siento que es un potencial importante y que no debemos perder de vista.

Lo que somos como diáspora, lo que seguimos siendo como un país sin territorio, un país que está pulverizado por todo el mundo. Hay venezolanos en todos lados, en cualquier lado del mundo podemos ver muchos venezolanos. También es una manera de contraponer esa experiencia y decir que no somos los únicos a los que les ha pasado este tipo de tragedias, sino que se vienen repitiendo durante miles de años, en diferentes tipos de éxodos, ya sean religiosos, políticos, militares, por todas estas fuerzas que acaban con la ciudadanía, acaban con la república, acaban con la paz.

Según los últimos datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) una de cada 30 personas en el mundo es migrante. En total, representan el 3,6% de la población mundial.

-Usted es caricaturista, pero estudió periodismo también. ¿Qué cosas se pueden decir en una caricatura que en una nota no?

–La caricatura es como contar la historia en un solo cuadro. Es el termómetro que va midiendo las libertades, y que se expresa muy directo, porque el dibujo quizás nos evoca a la niña o el niño que llevamos dentro.

Un dibujo es de fácil visualización, los caricaturistas tenemos esa ventaja. No todo el mundo se sienta a leer un artículo, pero mucha gente sí pasa a ver el dibujo. Y se puede aprovechar esa atención de los lectores para poderle dar los diferentes niveles que necesitamos para entender ciertos temas que están ocultos. Quizás en un texto sería mucho más difícil de expresar, o resultaría más difícil de saltar la censura.

El dibujo tiene esa capacidad maravillosa de ser simple en lo complejo, y de decirnos de una forma muy sencilla profundidades de la vida, del alma, de la política, de la economía, siempre en esa constante manera de denunciar lo que no se está haciendo bien.

-Siempre dijo que el humor es una forma de resistencia. ¿Existe espacio en Venezuela para resistir desde el humor?

–Definitivamente el humor es resistencia. Está hecho para eso y lo hace muy bien. El problema es cuando uno pueda estar en una zona de riesgo, ¿no?

En Venezuela los medios de comunicación fueron desmantelados poco a poco. Inicialmente fueron las radios, a las que se les fueron negando las concesiones para renovar las licencias, sobre todo con emisoras que eran antigobierno. Posteriormente vino la televisión con prohibiciones, quedaron los canales que eran más dóciles donde se podían ver más bien halagos al régimen; y al final, como paradoja, fue que se desmanteló la prensa que, como digo yo, quedó para el postre.

El Gobierno compró el diario donde yo trabajaba, por medio de un consorcio fantasma, y todavía existe el diario El Universal, pero es un diario totalmente dócil que no se atreve a sacar ninguna publicación en contra del régimen. Y los otros diarios de importancia fueron cerrados, penalizados con enormes multas de dinero y hasta fueron invadidas sus sedes con el apoyo militar.

Muchos periodistas tuvimos que salir del país. La caricatura sigue siendo un bastión de resistencia, pero desde afuera. No hay prácticamente ningún caricaturista dentro de Venezuela porque es muy riesgoso, hay muchos presos políticos todavía, casi 300,y nunca el régimen te puede dar la seguridad de que estás a salvo.

La ONG Foro Penal, de Venezuela, denuncia que en el país hay 269 presos políticos. 122 de ellos son civiles, y 147 militares.

Un día te persigue, otro día no, otro día no puedes salir del país, te allanan la casa, la residencia, entonces obviamente tuvimos que ponernos a salvo en un éxodo para poder seguir haciendo nuestro trabajo y poder seguir denunciando desde la libertad todo lo que sigue aconteciendo en nuestro país.

-¿Cómo se vive profesionalmente y personalmente este año electoral en Venezuela?

–Se sigue con mucha observación y con mucha desconfianza, porque entendemos muchas de las trampas que hace el régimen para legitimar elecciones.

Hay una candidata, que es María Corina Machado, que por primera vez tiene un gran apoyo de la población y no la han dejado inscribirse porque no es afín al régimen. Ese es otro tema también muy interesante, que es el tema del deterioro de las democracias y de cómo factores de riesgo están socavando las democracias en América Latina y en muchas partes del mundo. Hacer una elección a medida del régimen es una gran estafa, sobre todo para la población.

 La Plataforma Unitaria Democrática (PUD) no pudo inscribir a Corina Yoris (derecha), la candidata propuesta por la ganadora de las primarias, María Corina Machado (izquierda), para sustituirla en la elección presidencial del 28 de julio. Machado está inhabilitada por el gobierno y Yoris no pudo acceder al sistema de postulaciones del Consejo Nacional Electoral.

Perseguir al equipo de personas que conforman la oposición, meterlos presos, –parte del equipo de María Corina Machado está refugiado en la embajada argentina en Venezuela – y crear unas elecciones bajo esos formatos de abuso de poder es realmente una tarea titánica y estamos todos tratando de apostar a que las elecciones se den de manera equitativa.

Es un escenario muy frustrante y doloroso para los venezolanos, y al mismo tiempo el dibujo trata de traducir todos los días todos estos desmanes que se van elaborando como maneras de seguir legitimándose en un poder que ya ha sido ilegitimado. Han asesinado muchos estudiantes en las protestas de su momento y han sido muchas las vidas fracturadas.

Siempre dice que la caricatura es un reflejo de la sociedad, es el termómetro de un Estado. ¿Qué le gustaría dibujar sobre Venezuela?

–Mi trabajo siempre ha estado muy plegado a traducir la realidad que me tocó vivir. Me tocó vivir el desmantelamiento de la república durante 20 años y eso fue lo que tuve que dibujar. Históricamente eso es un valor, porque el dibujo siempre queda y es una forma de traducir y de ayudar a los lectores a que puedan entender y participar en lo que acontece, y los engaños, sobre todo de los regímenes totalitarios.

Por supuesto que sé que va a haber una generación -no sé si me va a tocar a mí, me encantaría- que pueda dibujar la reconstrucción de la república, de las libertades y de los derechos humanos, sobre todo en Venezuela y en América Latina. Yo creo que los demócratas y las personas que creemos en la libertad por medio del dibujo, por medio de las artes, por medio de la política y por medio de cualquier herramienta que ayude a que eso se fortalezca, estamos con la esperanza del día a día de poder lograrlo, o por lo menos de poder denunciar lo que no se hace bien.

Y si mi dibujo, mi herramienta gráfica, puede ser parte de esa traducción, creo que para mí el trabajo está hecho dentro del contexto de lo que me toca a mí en el tránsito por esta Tierra.

Después de agradecerle por la entrevista, Rayma toma la palabra y hace una reflexión final sobre la situación de distintos países de la región:

“Estamos viviendo regímenes totalitarios de derecha, de izquierda, pero que siguen siendo totalitarios. Que siguen desmontando las libertades de los seres humanos, empobreciendo a los pueblos y degenerando la calidad de vida de los ciudadanos. El dibujo tiene que estar comprometido con eso y mi pluma y mi mano están comprometidas con los valores fundamentales de la humanidad, que tienen que ver no con ideologías falsas, sino con verdaderos valores de conexión humana donde podamos vernos y reflejarnos como mejores personas”.

Una de las primeras exposiciones de Rayma en Miami fue «El amor en tiempos de Trump», durante la campaña presidencial de 2016.

Foto de portada: Víctor Jaramillo

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