Inicio / Entrevistas / “Mucha gente se conmueve más con las figuras de plastilina que con las personas”

“Mucha gente se conmueve más con las figuras de plastilina que con las personas”

El artista plástico y animador colombiano, Edgar Álvarez, lleva doce años explicando temas complejos con algo que parece tan sencillo como la plastilina.

Por Agustina Bordigoni

Al artista y animador, Edgar Álvarez, la migración lo llevó a conocer más a fondo la historia de su país. Dejó Colombia por amor, pero en Los Ángeles se encontró con la soledad que experimentan muchas personas migrantes lejos de su tierra.

Paradójicamente –o no– la distancia le permitió acercarse al trayecto de sus abuelos, que abandonaron su pueblo natal.

Desde hace doce años aprovecha su talento haciendo piezas en plastilina para relatar vidas diferentes a la suya. Uno de sus proyectos más recientes es el cortometraje “Darién, sueños de barro”, en el que todavía se encuentra trabajando.

Más de 30.000 niños atravesaron la selva del Darién en los primeros cuatro meses de 2024. Según la ONU, 2000 de ellos iban sin compañía de un adulto.

-¿Cómo nació “Se lo explico con plastilina”?

-Este proyecto nació hace doce años en Los Ángeles y curiosamente fue justamente allí cuando tuve la oportunidad de conocer más sobre la realidad de Colombia, pues tenía un poco más de tiempo. También por todo lo que suele pasar en los Estados Unidos, donde uno vive mucho más solo. Parte de esa soledad la combatía con la radio, escuchaba mucho los programas de radio sobre lo que pasaba en mi país, lo interpretaba con plastilina y subía las fotos a las redes. En las redes mucha gente me empezaba a seguir y decidí crear una página. Ahí empezó todo. No era el objetivo crear un proyecto, fue casual.

La exposición «Refugiados y migrantes en América» es parte del proyecto «¿Se lo explico con plastilina?». Incluye 68 fotografías y maquetas sobre la temática migratoria.

La frase «¿Se lo explico con plastilina?» en Colombia es muy conocida, ahí suena mucho porque es como explicar cosas obvias. Entonces lo que yo hacía era eso, aplicar la obviedad a través de la caricatura. Por otro lado, me interesaba mucho el tema pedagógico, entonces trabajaba las dos cosas.

-¿Cómo llegó a Los Ángeles? ¿Cuál es su historia migratoria?

-Yo llegué a los Estados Unidos porque me enamoré. Jamás se me había pasado por la cabeza vivir en los EE.UU., vengo de una familia muy de izquierda, muy antiyanqui, pero me enamoré de una yanqui y terminé por allá.

Fue muy interesante porque uno conoce otra realidad, viví allí 5 o 6 años, yo iba y venía, tuve la ventaja de que iba con trabajo, estaba haciendo cosas para canales de ese país, hacía animaciones.

Era como empezar de nuevo en otro país y fue duro, pero tenía trabajo y a través de eso empecé a entender muchas cosas, como esas soledades que viven los migrantes.  

Por otro lado, a nivel familiar, mis abuelos fueron desplazados por la violencia aquí en Colombia. A ellos les tocó salir de su tierra, de un pueblo que se llama Santa Isabel, en el departamento de Tolima. Entonces crecí con todas esas historias como las de ellos, a los que les tocó salir de su pueblo y venirse a la gran ciudad.

-El proyecto “Darién, sueños de barro”, en el que se encuentra trabajando, intenta mostrar la realidad de algunas de las 170 mil personas que, se estima, pasaron entre enero y mayo de este año por la selva que divide Panamá y Colombia. ¿Cómo comenzó y cómo sigue?

-El proyecto «Darién, sueños de barro» es un cortometraje que estamos realizando, ya llevamos la mitad del proyecto como tal, esperamos lanzarlo a principios del próximo año.

En 2023, más de 500.000 personas llegaron a Panamá por el Tapón del Darién. La mayoría de ellas iban hacia los Estados Unidos.

Cuando empezó todo el tema de la migración por el Darién, como yo ya venía trabajando con fotografías sobre lo que pasaba con las familias venezolanas, tuve la oportunidad de ir al Darién y conocer un poco más a fondo esa realidad. No hice todo el recorrido, pero sí una buena parte, y hablé con mucha gente. Los hice en plastilina también, porque la plastilina siempre me ha servido como medio para llegar a las personas. Y ahí empezamos a hacer pruebas de animaciones en la montaña. Ya tenía el precedente de lo que había hecho en Los Ángeles con animación en exteriores, entonces empezamos a trabajar. Sandra, que es mi compañera en todo este proyecto, empezó a trabajar todo el guion y entre los dos salió el trabajo de campo.

Es un trabajo complicado porque esa animación se realiza mucho en exteriores. Lo estamos haciendo en una montaña, no en el Darién, sino cerca de Bogotá. Pero tenemos muchos de los problemas clásicos que tienen los migrantes cuando cruzan el Darién, que tienen que ver con los insectos, con el cansancio, con el clima, con la lluvia, porque todo es en exteriores y queremos ser lo más realistas que sea posible.

Es de los proyectos más difíciles que hemos hecho hasta ahora.

-¿Qué se puede decir a través de las figuras en plastilina que de otra manera no se puede?

-Hablando específicamente de la plastilina y en el caso de la migración ha sido muy interesante, porque cuando uno toma fotografías de personas en temas como la migración eso se vuelve como parte del paisaje, la gente en muchos sentidos trata de huirle a estas temáticas.

«La gente llega por el muñeco de plastilina y luego llega a la temática, entonces la plastilina sirve como puente».

Primero está como esa cosa estética, está la foto, el personaje ubicado en tal espacio, y después viene todo ese trabajo de conocer la temática, pero mucho más a fondo.

Algo que ha sido súper interesante en esto es que yo he hecho varias exposiciones donde mucha gente se conmueve muchísimo más con los muñecos que con las mismas personas.

Y eso es un buen punto de partida para analizar después el tema de la xenofobia y el trato hacia los migrantes.

También ha sido muy interesante la acogida que ha tenido en redes sociales. Muchas de las imágenes que hemos hecho se hicieron virales y se arma un espacio de reflexión a través de los comentarios.

«Muchas imágenes se han convertido en símbolos de tragedia, de denuncia, y también de memoria histórica».

La plastilina llega a todo tipo de público, que es una de las cosas que más me gusta, porque tanto grandes como niños disfrutan de ese modelado con plastilina y todos probablemente alguna vez en su vida han experimentado con el material.

La gente al principio asocia la plastilina con un juego para niños, pero puede convertirse en una cosa muy seria.

Aldeaglobal 19 octubre, 2025

Querida mamá

La migración también separó a madres e hijos. La Fundación para la Integración Cultural de…