Por Agustina Bordigoni
Gustavo Javier Farina (67) llegó a Merlo, San Luis, en 2005. Lo hizo junto a su familia y a la que era su esposa en ese momento. En estos 20 años algunas cosas cambiaron: en la provincia que ahora define como su casa vivió momentos económicos complicados, emprendió, se separó, volvió a formar una pareja y se jubiló. Ahora sueña con recorrer el país en motorhome.
“Llegué el 5 de enero de 2005 con una traffic llena de bicicletas 0 km desarmadas”, cuenta. El detonante de la decisión fue un robo violento que sufrieron sus padres. “Vivíamos en Del Viso, partido de Pilar, en Buenos Aires. Yo vivía a tres cuadras de la casa de mis padres. Una noche ellos estaban durmiendo y de pronto sintieron un disparo, que impactó en la ingle de mamá. Papá sobresaltado vio a uno de los ladrones entrando por la ventana. Le pegó, le gritó, pidió dinero que no teníamos (habíamos vendido una escuela que teníamos unos años antes, pero fuimos víctimas del corralito). Encontré a mi mamá y a mi papá heridos. La policía nunca llegó. Tras una reunión familiar decidimos hacer punta en otro lado del país”.
Tres años después de ese viaje sus padres también lograron vender su casa y decidieron mudarse a Merlo. Pero, producto de la violencia que habían sufrido, “mamá llegó con estrés postraumático, principio de Parkinson y papá con indicios de ACV”. Al poco tiempo, su papá murió.
No todo fue difícil. Ya establecido en Merlo, Gustavo se encontró en su camino con una turista. Se enamoraron y se casaron hace 17 años. “Se llama Silvina Melgarejo, la conocí en mi trabajo como prestador de servicio de bicicletas”.

“Hoy estamos los dos en Merlo, felices”, agrega. “Nuestros hijos –Silvina tiene cinco y yo uno– nos dieron 17 nietos y 2 bisnietos. Pero están en Buenos Aires. No se dieron cuenta todavía…”, bromea en relación a la tranquilidad con la que manifiesta transitar sus días ahora.
“Vivir en Merlo es tener una nueva oportunidad de hacer las cosas bien, de una bendita vez. Hoy estamos jubilados y con muchas ganas de viajar en motorhome, pero siempre haciendo base en Merlo, San Luis”.
La base de ese sueño está firme y consciente del tiempo que pasa –para todos– en la vida. “Son los últimos caramelos del frasco. Hay que disfrutarlos intensamente”.