Por Agustina Bordigoni
Las historias individuales de Mariela Alcalá y Paola Alfonzo comenzaron en Venezuela, pero por caminos separados. Se unieron cuando ambas –por diferentes razones y en momentos distintos de la historia– migraron hacia la Argentina. Los detalles de esa historia están muy bien narrados en el primer episodio de su podcast: “Las rebeldes”.
Todo comenzó en “Café con cuentos”, un emprendimiento que abrió Paola en Recoleta. Había migrado junto a su esposo en 2017 por una oferta laboral. Allí llegó un día Mariela, a quien Paola admiraba y cuya carrera seguía en Venezuela. Ella había llegado al país unos años antes, en el 2000. Previamente había pasado por Perú, donde conoció a su segundo esposo, el productor y director argentino Rodolfo Hoppe.
“Decidí irme a Perú en 1997, pero como cosas en la vida que suceden, mientras estaba yo grabando la telenovela, conocí al que ahora es mi esposo. Yo quedé embarazada de mi tercer hijo, yo tengo dos hijos de mi primer matrimonio, y Gerardo nació en Perú”, cuenta Mariela. “Cuando Gerardo tenía diez meses nos vinimos a la Argentina”.

La migración de Paola ocurrió veinte años después, cuando la salida de venezolanos y venezolanas del país ya era masiva. Sin embargo, sus motivos de partida no fueron los mismos que los de la mayoría. “Mi intención jamás fue irme de mi país, nunca. Pero en 2017 a mi esposo le hacen una oferta muy tentadora acá en Argentina y tomamos la decisión de emigrar. Ya ahí estaba ese proceso de las migraciones, esa diáspora importante de Venezuela, la salida, que la gente estaba saliendo por todos lados. En nuestro caso afortunadamente no fue así”, explica.
“Mariela y yo nos conocimos en ese café fantástico que yo tenía. Y así como Mariela, muchísima gente que conozco hoy día acá en Argentina, en Buenos Aires, salió de allí”. El negocio cerró durante la pandemia, pero la amistad con Mariela perduró. Tanto, que sus conversaciones se volvieron motivo de conversación de otros: ¿cómo podía ser que estas mujeres tuvieran tanto de qué hablar? Un consejo del esposo de Paola quedó entonces rondando: monetizar esas conversaciones.
Cuando Mariela le propuso la idea de hacer un podcast que reflejara sus preocupaciones como mujeres, migrantes y amigas, Paola sintió, cuenta, que sólo le faltaba el ramo para contestar más fuerte “sí, quiero”.
“Cuando Mariela me hace esa propuesta maravillosa yo le digo: ‘Mari, pero el nombre, hay que poner un nombre al podcast’. Y le dije que a mí me gustaría que estuviera relacionado con una novela que ella protagonizó que se llamó Rubí Rebelde”.

“Como un tributo, porque mucha gente conoce a Mariela por Rubí Rebelde”. Entonces pasó por ahí la hija de Mariela y les dijo: “debería llamarse las rebeldes”. El nombre quedó dando vueltas y, sin tomar la decisión sobre el nombre, comenzaron a trabajar sobre la idea.
De hecho, el podcast tiene mucho de rebeldía: sin ser improvisado es completamente libre de poses, personajes o guiones. Las conversaciones tienen un tema como punto de partida, pero hasta el final ninguna de las dos sabe cómo va a terminar. La grabación, dirigida por Hoppe, tiene mucho cuidado en los planos y en otras cuestiones técnicas, pero por ningún motivo se detiene. La parte más difícil, cuentan sus protagonistas, es controlar no pasarse del tiempo estipulado y cuidarse mucho de nombrar a terceros, porque lo que cuentan son anécdotas reales.
“Somos rebeldes con causa y sin causa. Las dos cosas. Entonces el nombre quedó, pero espectacular, no podía ser otro”, explica Mariela.
El podcast, explican, es una conversación entre amigas que pretenden al contar sus experiencias contar las de muchas personas más. “Lo que tú ves, así es Mariela y así es Paola. Aquí no hay pose”, agrega Paola. “Estamos tomándonos algo y estamos conversando, pero la están grabando. Esa es la historia”.
“Hablamos de todo. De menopausia, de parejas, de parejas tóxicas. Y contamos nuestras experiencias”, comenta Mariela. “Hace unos días hablamos de mentiras piadosas. Un amigo que vio el capítulo me comentó que le fascinó ese episodio porque él tenía esa manera de expresarse con mentiras piadosas. Y me dice: ‘oye, gracias, porque uno tiene que pensar qué es lo que te hace bien a ti’. Claro, no voy a molestar al otro ni a hacerlo sentir una basura tampoco, porque no, pero hay cosas que uno tiene que decirle”.
Una amistad que traspasa y comparte fronteras
Paola y Mariela salieron de Venezuela en momentos distintos, pero a las dos les toca atravesar una realidad alejada de sus familias.
“Nosotros salimos en un momento en donde la situación era muy crítica. Entonces era esa sensación de yo salir del país, yo estoy bien, y dejar a mi familia fue duro, muy duro”, asegura Paola. “Tuvimos un episodio sobre la migración y yo le decía a Mariela que recién ahora, después de ocho años, puedo ver a mi papá sin llorar. Puedo ver a mi mamá con absoluta tranquilidad, pero al principio era terrible y te lo cuento y se me quiebra la voz”. El podcast, afirma, es una gran compañía y un espacio para pasar esos dolores, cuenta.
“Esta dupla con Mariela es fantástica. No podía ser con otra persona, no podía ser de otra manera, era así, era así como tenía que ser”.
“Aunque me fui por una propuesta laboral fantástica, cuando empezó a suceder todo lo que ya sabemos, vivirlo desde acá, con mis tres hermanos y mi hijo allá, fue muy angustiante y lo sigue siendo. Cuando hay alguna noticia alarmante inmediatamente estamos en contacto”.
“Mi papá falleció en el año 2018 y yo no pude ir. Fue otra cosa terrible. Yo me sentía huérfana, la verdad que sí”. Con una familia y amistades “regadas por el mundo”, agrega, la posibilidad de concetarse vía web es una gran cosa. “Todos los domingos, como mi papá se negaba a tener WhatsApp, hacía una videollamada a través del celular de mis hermanos. Nos veíamos todos los domingos, hablábamos una hora, dos horas, hasta comíamos juntos: él estaba almorzando y yo también”.