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Estefany Pérez Espino, una actriz venezolana que ríe para poder llorar

Es una de las actrices de la serie “Sin frenos”, que aborda el tema de la migración y de los prejuicios desde el humor. Se estrenó el 10 de octubre en Amazon y ya está entre las más vistas de Chile, país en el que se grabó. Estefany salió de Venezuela en 2018 rumbo a la Argentina. Hoy prueba suerte en Madrid.

Agustina Bordigoni

“Mi abuela siempre decía que están los que lloran y los que venden pañuelos para llorar”, recuerda la actriz venezolana Estefany Pérez Espino (27), que migró desde Venezuela a la Argentina y que hoy vive en Madrid. La frase tiene un significado especial por dos razones: la primera es que fue la muerte de su abuela la que la impulsó a salir de Caracas rumbo a Buenos Aires en 2018. La segunda es que este año formó parte del elenco de “Sin frenos”, una serie que se estrenó en Amazon Prime el 10 de octubre, ya está entre las más vistas de Chile y, de alguna manera, trata el tema de la migración desde la óptica de quienes emprenden a pesar de todo –es decir, desde la visión de los que más allá de tener sus propias penas deciden vender pañuelos para llorar–.

Estefany no vendía pañuelos, pero al llegar a Buenos Aires sí trabajó de cuidadora y de moza mientras ahorraba las propinas para hacer cursos de actuación e invertía su tiempo en hacerse conocida en el ambiente. En los ratos libres miraba series argentinas para anotar nombres de productores que buscaba contactar para poder participar de audiciones. En Caracas tenía un recorrido, pero ahora había que empezar de cero. Su mamá había iniciado el camino un año antes: enamorada de la capital del país había iniciado un viaje por tierra que duró 17 días. Estefany decidió quedarse con su abuela para terminar la universidad, pero los planes cambiaron y decidió salir de Venezuela un año después. “Me fui por la razón que todos los venezolanos se fueron: necesidades y falta de oportunidades. De chica siempre tuve la visión de que quería actuar. Pero en ese momento en Venezuela solo se repetían programas de los 80 y 90”.

Estefany durante el rodaje de la serie «Sin frenos». Foto: gentileza.

Mientras su mamá estaba en Argentina Estefany quedó viviendo con su abuela materna, hasta que ella enfermó. “No había ni un algodón en un hospital público. Cuando mi abuela fallece –porque, en efecto, ese fue el resultado de todo esto–, yo dije: ‘no me voy a quedar en Venezuela, ¿qué voy a hacer aquí?’”.

“Estaba sola, no tenía a nadie que me ayudara, mi abuela solamente me tenía a mí”. En esas situaciones, agrega, “una se ríe para no llorar”.

La serie “Sin frenos” apela constantemente a la risa sin olvidar los dramas particulares detrás de situaciones desopilantes. Parejas que se disuelven –y se forman–, problemas con la documentación y falta de posibilidades de insertarse en el mercado laboral son parte del panorama generalizado de las migraciones que se reflejan en la tira.

“Me encanta que la serie tenga humor y que haya sido escrita por un chileno, porque tú vas a Chile y el chileno tiene un humor bastante escondido, un humor muy particular. Y en la serie, cuando la ves, no te dejas de reír un minuto”.

Los migrantes en Chile

 “Todo Chile en contra de los migrantes y a ti se te ocurre montarles una casita de la pradera”. La frase es de una de las protagonistas de la serie, amiga de la actriz principal. En la historia la mujer resuelve instalar un hostal para migrantes que trabajan de repartidores y así evitar tener que vender su casa. Todo un símbolo de los estereotipos que rodean a la temática, pero también de un contexto documentado en estadísticas: según datos del Ministerio de Trabajo de Chile el 67% de los repartidores de delivery son extranjeros: las principales nacionalidades son la venezolana (42,5%), colombiana (4,4%) y peruana (3,5%).

La gente cuando escribe para un personaje venezolano piensa en un delivery. Y, en realidad, yo ni sé qué es andar en bicicleta”, bromea Estefany. “Pero yo creo que, partiendo de ahí, ese es el rol que hasta ahora puedo ver que cumple un venezolano. Y no hablo de ser un delivery, sino de lo que implica. Es decir: falta de oportunidades laborales profesionales para gente formada. La necesidad te hace hacer lo que se te ponga por delante, y yo creo que la gente de mi generación, quien tuvo esa oportunidad de poder ir a la búsqueda de algo, no le pidió permiso al miedo: simplemente se enfrentó y terminó siendo un delivery”.

“Lo he visto en Argentina, lo vi en Chile, lo veo acá en Madrid: jóvenes que dicen ‘Ok, yo estudié una carrera, puede que sea médico, puede que sea ingeniero, puede que tenga masters, posgrados, todo. Pero si la vida me pide que la baile de esta manera hoy día, yo lo voy a hacer y con una sonrisa, honradamente. Y, bueno, cuando se va acomodando todo, ya cada uno va tomando su lugar”.

En la serie también hay varias referencias a vecinos chilenos que ven al país separado de Latinoamérica. Pero, sobre todas las cosas, al temor a lo que se presenta como desconocido y a los prejuicios que surgen de ello: no solamente contra los migrantes, sino de todo tipo. Sobre la sexualidad, la edad para enamorarse, empezar de cero o decidir cambiar de rumbo. Cosas que pasan a los migrantes, pero también a quienes nunca se movieron de su lugar.

Un estudio de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) mostró que el 57,7 % de las publicaciones en redes sociales originadas en Chile en relación a las personas en movilidad transmiten una percepción negativa. De las personas encuestadas en el análisis el 91% consideró que la llegada de personas refugiadas o migrantes propició el aumento de la inseguridad.

Una serie chilena con acento venezolano

El personaje de Estefany es Vanessa, una estudiante como la que ella fue cuando dejó Venezuela. “Yo siempre le pedía a Dios que el día que yo pueda y que logre incursionarme en una plataforma pudiera hacerlo desde un personaje que pueda narrar la voz de la diáspora venezolana, con acento venezolano, con dialecto venezolano”, explica. Y lo logró. “Para la audición me puse la camisa de la Vinotinto, que era la camisa que usaba mi papá”.

 “El director quería que fuese como la más jovencita del grupo y quería que, de alguna manera, fuese trabajadora, soñadora, la que hace las arepas en el hostal, la que sabe de contabilidad y de lo que necesiten”.

Su historia personal está en línea con esa adaptación a lo que el contexto requiera. “Hay algo ahí de la cuestión de reinventarse, de que la vida no se te pase y te deje como un huracán en el piso. No es fácil emigrar. Hay gente que no lo tiene que hacer de manera forzosa y lo tiene todo estructurado y lo hace por placer, pero en el caso de 8 millones de personas, de venezolanos, creo que nos tocó hacerlo porque no quedaba de otra”. En esas situaciones, toca “poner el corazón, poner la risa, eso hace que de alguna manera uno pueda agarrar la armadura y darle para adelante”.

El humor, comenta, “es la manera que hemos tenido nosotros de sobreponernos a las situaciones tan crudas”.

En la serie “te mantiene alerta. Y de repente estar riéndote y decir, ‘uff, esto me dio durísimo’. Ya en el primer capítulo la gente a eso lo ve: todo el mundo me dice ‘yo vi el primer capítulo y pasé de reírme a carcajadas a llorar por la llamada que tuvo uno de los personajes con su mamá’”.

Ahí pensé: “Dios, claro, es necesario, porque la gente así ya no piensa en colores, en diferencias, en naciones, sino que piensa en algo que nos une a todos: la risa”.

Aldeaglobal 19 octubre, 2025

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